ROMANCE DE LA PARTIDA
Al marcharme de mi pueblo
con dos mortjas por alas
me despidió aquella niña
de mirada desolada.
Las calles se confundían
al final de las palabras
y en un cantón de cenizas
de nuestro erial, la nombrada
pujaba por dar un lirio
al espejo equivocado.
Desoyó rosas furtivas
la piedra del desencanto.
En su mascarón de sombras
deshojó nuestras promesas.
En el pañuelo cortado
por una tijera negra
dividimos los recuerdos
por no perder sus estrellas.
A pocas cuadra el río
mentaba páginas agrias.
Sus belfos de gran cordaje
espumaban las barrancas
y la isla, sudorosa,
desenterraba sus deudos.
Espolones se durmieron
en rumias de verdolaga.
El adios, mal convidado,
dejó sonar sus acordes
y los corderos del cielo
soltaron su llanto ameno.
Era la hora infinita
que los relojes socavan.
Su adolescencia cumplía
edades del primer beso.
Un relámpago en su cuerpo
sacudió madrugada.
Su voz me siguió en el páramo
con un anillo velado,
un gemido desvelado,
una sonrisa cansada.
No fue desamor ni miedo
sino filos concertados
de las furias que cortaban
los sueños en mil pedazos.
Laberintos venideros
preanunciaba mi partida.
Hasta los grillos callaron
por no medrar con mi sombra.
o o o
16-10-2019
Banfield.
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