PROLOGO
Nací en Goya, provincia de Corrientes, Argentina, el 24 de agosto de 1951. Supe temprano, en mi pre adolescencia, que sería escritor.
El ejercicio de la poesía y el relato fueron hábitos cotidianos en mi vida. A esa diversidad fueron incorporándose otras formas, como el teatro,
el ensayo y la novela. Aforismos, micro relatos y poemas brevísimos, acudieron a mí casi sin que me diera cuenta de ello. Hay elementos oníricos que los hace parecer sonambularios. Sin embargo, no admito mi escritura como juego azaroso.
Desde fines de la década del sesenta publiquè en distintos medios: Diarios, revistas, antologías y dos libros en la década del ochenta, además de una selección de aforismos.
Los trabajos escogidos para mi Antología Sumaria pertenecen a distintas épocas. No están ordenados cronológicamente. Quiero que se los vea como notas sueltas de una sinfonía que aún no ha concluìdo.
Debo al buen gusto de mi hijo Cesar la diagramacìòn de este libro además de la selección de dibujos y èso que llamè Cuatridio. El dibujo y la pintura me acompañan en los reposos de la palabra escrita.
Si alguna frase, algún verso, es digno del recuerdo de mi lector me sentiré justificado…
POESÍAS, MICRO RELATOS Y AFORISMOS
CUATRIVIO I (Nahuél Ceró)
Elegìa del Comensal Nocturno
Para ser único comensal una noche de invierno
en un bar, frente a una plaza, debe haber dónde ausentarse,
dònde sentarse, dónde acodar el mundo, dònde caerse muerto,
dónde surtir de migas los ojos de su prole.
Para tomar distancia en medio de la ciudad ,
para beber y morder , para escribir, ex profeso estos versos,
rodeado de sí mismo antes que los silencios perturbados de la ciudad ,
es necesario haber sido mucho más que uno mismo.
un poco más que un hombre sentado en el retrato
que custodian sus deudos.
Yo querría, después de cenar,
comerme la gratitud de una mujer que implora,
ochenta veces siete, un silencio piadoso a sus cuatro lobeznos,
a sus cuatro cotorras incurables y tácitas.
Yo querría aplacar la furia materna con un beso aromático
de café libertario , diciéndole, sumiso :
“…déjalos , yo también , alguna vez …”
O sumiendo en mis mieles sus ojos de madera , susurrarle:
“… hace doscientos años , en París …¿ no recuerdas ?”
Pero uno debe ser un poco triste,
un poco incrédulo, un poco ajeno para comer de un trote
y beberse de un soplo su copa constelada y sopesar el dìa
como un trozo de carne rodeado de fideos.
O debe tener paciencia y un poco de sal en los bolsillos
para estarse tan sólo en este invierno
el rostro sitiado en preguntas y relámpagos muertos en la frente,
con caricias antiguas en el cuerpo y los ojos cayendo en sí mismos,
para ver un poco más que su propio cuerpo.
Yo tuve una mujer. O más de una. Ya no me acuerdo.
Sé que adoré la luna inmensa de su vientre creciente,
Y me anudè, como un sello, a su claro espejismo.
Hubo una noche fría y una estrella entreabriendo sus espadas benignas
para que yo, señalado rival, viera el rostro del niño que desbordó el espejo.
Sopla un viento redondo como un libro.
Un vino adrede quiere ceder, durmiéndose, entre los labios.
La copa se parece a una mujer pequeña.
Pero la copa se parece a una copa y no alcanza para cerrar las puertas
de una casa que sangra de repente por todos sus costados.
Porque un hombre a solas se de mora, se atasca, se reduce, se manca,
escribiendo al costado de sí mismo.
Como si con èl sangrara alguien más esta noche ,
ahora que solamente los abandonados cenan a solas
en un bar , en invierno , cuando llueve en el pecho , y lejos ,
entre recuerdos y fotos insufribles
un niño , o una niña , se acuerdan de otros días, del hombre que no está y que tarda en volver.
San Nicolàs de los Arroyos, 1989
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